
Por Juan Miguel Álvarez Jiménez / Director Manizales City la Revista
¡Ah, el Primero de Mayo! Esa fecha tan esperada por algunos y tan evitada por otros. Mientras millones de personas en todo el mundo salen a las calles para celebrar el Día del Trabajo, yo, desde la comodidad de mi apartamento, observo con curiosidad y cierto escepticismo las marchas y manifestaciones que llenan las calles.
Ayer fue un día interesante, por decir lo menos. Mientras las centrales obreras y sindicatos marchaban en defensa de los derechos laborales, no pude evitar notar la presencia de otra marcha, esta vez en apoyo al gobierno y al mandato del presidente Gustavo Petro. ¿Casualidad o estrategia política? Quién sabe, pero lo que sí está claro es que las coincidencias en la política son tan raras como las Empanas de dieta.
Mientras algunos se debatían entre consignas laborales y políticas, yo aproveché el día festivo para ponerme al día con algunos quehaceres domésticos y, por supuesto, para disfrutar de unas cuantas películas en Netflix. Porque, le verdad, ¿qué mejor manera de celebrar el Día del Trabajo que descansando y disfrutando de series, papitas fritas y mucho café?
Ahora, volviendo a las marchas, no puedo evitar preguntarme si realmente lograron algo más allá de llenar las redes sociales con fotos y videos coloridos. Porque, al final del día, las marchas pueden ser un espectáculo visual impresionante, pero ¿qué cambios reales generan? Tal vez sea hora de repensar nuestras estrategias de activismo y buscar formas más efectivas de promover el cambio social.
En el circo político colombiano, el tire y afloje entre la derecha y la izquierda se ha convertido en el entretenimiento favorito de muchos, aunque a veces parece más una competencia de quién puede hacer la mayor cantidad de payasadas en un día. Mientras la derecha lanza sus dardos de críticas envenenadas, la izquierda responde con sus propias acrobacias retóricas, dejando a los ciudadanos con la sensación de que están atrapados en un espectáculo de variedades políticas.
En medio de este caos, el presidente Gustavo Petro intenta equilibrar el acto, pero a menudo parece más un malabarista novato que un líder firme. Sus decisiones y declaraciones a menudo generan más confusión que claridad, y su habilidad para irritar tanto a la derecha como a la izquierda es todo un arte en sí mismo. Mientras tanto, el ciudadano de a pie observa con desinterés desde la platea, preguntándose si algún día podrá simplemente vivir tranquilo sin tener que preocuparse por el próximo capítulo de esta tragicomedia política.
El Primero de Mayo sigue siendo un día lleno de marchas, política y descanso. ¿Qué nos deparará el próximo? ¿Más marchas, más política, más tragicomedia, más Netflix? Solo el tiempo lo dirá, pero mientras tanto, ¡sigamos trabajando duro y haciendo bastante café porque el show político seguirá y habrá nuevas aventuras!
